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Los temas clásicos y la contemporaneidad / Pa’ tipas como Shakira y Medea

Y después de algunos años, vuelvo a esta columna. Más precisamente, seis años. Un tiempo que dice mucho sobre lo que hemos visto y vivido en Brasil, y como todo eso ha generado una especie de bloqueo para muchas personas, sobre todo con los dolores que nos produjo el aislamiento social de la pandemia y el desprecio a la palabra, a las artes, a la cultura, que parece haber sido la pancarta del último gobierno. Vuelvo y – como suele pasar a todos los que han estado fuera – traigo ahora conmigo un poco de lo que me gustaría compartir con ustedes. Como los viajeros de regreso, con ganas de hablar de lo que me ha llamado la atención mientras no estuvimos juntos.

Me gustaría proponerles una mirada hacia lo contemporáneo a partir de la permanencia y relectura de los temas clásicos. Como docente de Teoría de la literatura, pienso que hay una continuidad y jamás una interrupción entre lo que leemos de la Antigüedad y los temas que hacen parte de nuestros intereses y, por qué no, de las angustias de nuestro día a día.

Hago esa pequeña introducción, quizás un poco más formal, a penas para decirles que hablaré de Shakira, pues, por lo que hemos visto en los últimos días, la revancha de la cantante se convirtió en uno de los asuntos más buscados y comentados en las redes sociales, tras la canción “Music Sessions, n.53”, hecha en parcería con el productor musical y dj argentino Bizarrap. Sin embargo, no hablaré de la persona, sino del personaje Shakira, pues me interesa analizarla desde la ficción que se ha creado alrededor de la cantante desde su estreno en 1991, con el álbum Magia. A sus hinchas, empiezo pidiendo perdón si me equivoco en algún dato, a pesar de las investigaciones musicales y biográficas que hice para escribir este texto.

Somos de la misma generación, es decir: pasé mi adolescencia escuchando sus canciones, aunque no me gustasen demasiado. Más adicta al rock, no obstante, me encantaba ir a los videokés, que eran la fiebre en aquel momento, y arriesgarme a cantar “Dónde estás, corazón”, sin perderme en la letra y en la velocidad de Shakira. Después de tantos años, vuelvo a escucharla, pero ahora con más atención. Dedicándome a toda su discografía disponible, en los últimos quince días, me doy cuenta de que, de manera general, sus canciones versan sobre dos dolores que se mezclan y se complementan: el páthos del abandono y el páthos de la revancha (excepto algunas muy pocas, como las que ha hecho para los mundiales de 2010 y 2014, respectivamente, “Waka Waka”, en África del Sur, y “La La La”, en Brasil).

Así como Shakira, hay otros miles de cantantes y escritores que dedican toda su carrera a cantar los sufrimientos de la traición y del amor no correspondido, bien como su superación, después de la caída amorosa. Es tema recurrente en la literatura, y a nosotros nos gusta sentirnos bien en el dolor leído, como decía Fernando Pessoa, en su poema “Autopsicografía”, al acordarnos de que el poeta es un fingidor. Un ficcionista, un personaje de si mismo creado junto su público, que lo busca, lo ama o lo rechaza exactamente por eso. En Brasil, por ejemplo, hemos visto el éxito de las cantantes sertanejas con lo que han llamado “sofrência”, y la creación de la imagen superada de la “patroa”: una mujer que, pese la traición, vuelve para cantar sus logros después de la pérdida de un amor que suele ser muy inferior a ella.

Es que la revancha es un clásico y, frente a eso, vengarse siempre estará de moda. En ese sentido, no tengo como no trazar algunas comparaciones entre el personaje de Shakira traicionada por su exmarido, el también personaje Piqué, exitoso futbolista catalán, y Medea, la princesa “bárbara” y su marido traicionero Jasón, personajes clásicos que están muy presentes en mis investigaciones sobre la tragedia griega. Sí, lo reconozco: el interés por Shakira no vino solo por el deseo de comprender el chusmerío ocasionado por la falta de mermelada de frutilla – objeto que la ha llevado al “reconocimiento”, como término aristotélico, y parte de la fábula alrededor de la traición de Piqué. Llego (o vuelvo) a Medea, la mujer más temida de la Antigüedad, y su venganza inexorable, desde Shakira.

Coincidentemente, los dos personajes tienen muchas más cosas en común de lo que suponía antes de escribir este texto y, no me parece un exagero proponerles tal comparación. A ver: ambas son extranjeras en la tierra natal de sus maridos (más jóvenes que ellas). Medea es bárbara, pues, para los helenos, los que no hacían parte de la Hélade (cierta comunidad imaginada entre los que hablaban la lengua griega y compartían determinados valores y cultos) eran una especie de bicho raro (principalmente peligroso y traicionero). La cantante colombiana, a su vez, es una latinoamericana en España, país donde la mayor comunidad migrante de Latinoamérica está formada por sus compatriotas (aproximadamente 145 mil, según los datos del Instituto Nacional de Estadística[i]), y donde, desgraciadamente, proviene el xenofóbico término “sudaca”; forma peyorativa de llamar a los latinoamericanos. Así como Medea en esa Hélade creada por la conjunción de valores compartidos, Shakira vive en Barcelona, ciudad de Cataluña, donde la lengua catalana es parte constituyente de la identidad de su pueblo, tanto en el reconocimiento de valores compartidos, como en la distinción entre ellos y los demás habitantes de España, de los cuales, según el plebiscito de 2017, desean separarse. Y por más que se trate políticamente de una comunidad autónoma, no me parece que tales signos de pertenencia estén tan lejos de la Hélade imaginada por los que hoy llamamos griegos.

Más allá de una comparación por veces distante, no es raro que, en 2014, al regrabar la canción “Boig per tu” (en español, “Loco por ti”), del grupo catalán “Sau”, favorita de su marido Gerard Piqué, Shakira haya sido ametrallada por los conservadores españolistas que, prontamente, llenaron las páginas de Twitter de comentarios xenofóbicos por ella haber cantado, simplemente, en una lengua que, convengamos, no era “la suya”[ii]. O sea: en este momento, al adoptar en la canción la lengua del Otro, es como si Shakira hubiese cruzado una frontera que marca aún más su identidad foránea, ora ilegal, clandestina, en un escenario donde siempre ha estado latente su condición de extranjera. ¿Le faltaría la autorización de pertenencia, la visa imaginaria que nos protege del ninguneo? El hecho de que su familia materna sea catalana, más haber parido dos hijos catalanes y vivir con su marido independentista en Cataluña, o mejor, Catalunya, quizás nunca le garantizarían el derecho a hablar en otra lengua que no fuera aquella que el mercado discográfico le ha reservado hace años: el inglés, abandonando muchas veces la suya.  Sobre tal cosa, todo parecía estar muy bien.

Revista ELLE.
Agosto / 2022

Bueno, sigamos con la propuesta de leer como si transforma el páthos del abandono en catarsis colectiva, pasando por la lectura de un páthos de la revancha. La pasión, sin dudas, conecta esos personajes.

Hablemos de lo que me llevó a la fiebre Shakira de mis dos últimas semanas, y vayamos a la canción que, a pesar de su título, la gente parece haber rebautizado como “Pa´ tipos como tú”. Una canción que se nos queda grabada en la cabeza, ya sea por las combinaciones de sus acordes, o por lo envolvente de su letra de revancha. En ese sentido, cabe aclarar que la aproximación que veo con la tragedia de Medea proviene de una mirada contemporánea que hemos visto desde hace años en las relecturas de la tragedia[iii], donde el personaje filicida rompe con su imagen horrible para servir de voz a miles de mujeres traicionadas y subyugadas en una relación que, en los términos actuales, llamamos tóxicas.

Por más que, como he dicho, sus canciones de manera general hablen de sentimientos ocasionados por el dolor de una ruptura amorosa, en la de ahora tenemos algo muy típico de nuestro tiempo: la exposición y, por extensión, cierto linchamiento público dirigido al personaje traicionero. Aunque sin hablar claramente el nombre de su exmarido, al decir “Entendí que no es culpa mía que te critiquen / Yo solo hago música / Perdón que te salpique”, dando énfasis en las dos últimas sílabas de esa palabra (-pique / Piqué), la letra recupera toda una tradición del escarnio que vemos desde las comedias griegas, donde encontramos alusiones a personajes que hacen parte de lo que podríamos llamar, sin grandes preocupaciones teóricas, vida real. En el panorama de la comicidad, la alusión, el retruécano y la caricatura sirven de base para hacer una referencia aún más chistosa, dado que es necesario un conocimiento previo del público para que la risa ocurra y se produzca el escrache.

Las referencias siguen: “Me dejaste de vecina a la suegra / Con la prensa en la puerta y la deuda en Hacienda”, siendo fácilmente reconocidas por aquellos que saben que Shakira y su familia vivían en frente a la casa de la madre de Piqué, bien como que hace poco la cantante y el jugador estaban en las páginas de los periódicos de todo el país por los escándalos de fraude fiscal[iv]. Mientras se va armando el páthos del abandono, en un dado momento de la letra, ella habla de la supuesta pareja actual de Piqué, haciendo, así, un guiño a lo que veo como el páthos de la revancha. Diferentemente de la sugestión al nombre del ex, ahora hay una referencia directa, o mejor, “clara”, pues la mujer se llama Clara Chía y, realmente, tiene la mitad de la edad de Shakira, información que surge versos después de “Tiene nombre de persona buena / Claramente, no es como suena”. Aunque en el texto no aparezca escrito el nombre de Clara, cuando se escucha la canción es posible oírlo como sujeto del verbo “tiene”.

Bueno, parafraseando a la cantante más nombrada de la actualidad, claramente la canción produce en su público cierta sensación de catarsis, en la que la memoria de la experiencia personal, individual, se hace colectiva y capaz de convertirse en alivio. El personaje traicionero, en ese momento, se transforma en una metonimia de todos y todas aquellos que, en algún momento, han herido al que escucha y canta en éxtasis el refrán: “Y una loba como yo no está pa’ tipos como tú, uh, uh, uh, uh / Pa’ tipos como tú, uh-uh-uh-uh”.

¿Pero dónde entra Medea en todo eso?, es lo que uno se puede estar preguntando ahora. Dale… en los mitos sobre la princesa de la Cólquida (actual Georgia), que se enamora de Jasón (argonauta que viaja a su tierra natal, para robar el velo de oro, un regalo divino para el rey Eetes, padre de Medea) no hemos encontrado referencias al filicidio tras el abandono de su marido, para casarse con la princesa de Corinto, ciudad donde vivían con sus hijos. El personaje filicida, que mata a sus hijos consciente de su acto, surge con el tragediógrafo Eurípides, en la composición de la tragedia presentada en 431 a. C., año en el que empieza la guerra del Peloponeso que pondrá fin al esplendor ateniense. Ya en el prólogo, vemos a la Ama, una especie de sirvienta, llamando nuestra atención hacia el carácter beligerante de Medea, anticipando que su señora podrá tener una reacción catastrófica, una vez que no se afloja ante las injusticias. No obstante, pensar que esa composición del personaje femenino, que no se calla frente a la traición, haya sido algo valorado en aquella época, es leer a los griegos con ojos que, sinceramente, ni siquiera hoy los encontramos fuera de los movimientos feministas que buscan una exaltación de la imagen de la mujer “empoderada”.  Para empeorar el odio que Medea pueda haber provocado, incluso antes de matar a sus hijos, entre los versos 214 y 266 de la tragedia, vemos un discurso que todavía me parece urgente para la discusión de la mujer en el patriarcado, y es exactamente desde ese punto de vista que parten las correlaciones para los textos contemporáneos que revisitan ese personaje tan complejo.

Maria Callas en «Medea» (1969), película de Pier Paolo Pasolini.

En passant, ella nos habla de las dificultades y los dolores que una mujer sufre al casarse. En cierto momento, incluso, en el verso 250, declara “Como me gustaría junto al escudo tres veces luchar a parir una sola vez”, algo que, para aquella Atenas del siglo V a.C. no debe haber sido nada confortable. El páthos del abandono se va escribiendo en un gerundio hasta que suceda el acto mortal dirigido a sus hijos. Mientras ellos mueren físicamente, Jasón muere moralmente, pues la pérdida de los hijos hombres, además del dolor del infanticidio, era una pérdida del poder de la descendencia. El páthos de la revancha, duela a quién duela, se establece, y ella sale del escenario aún más grande, alzada por un carruaje divino.

Menos que una interacción directa y más como un deseo de rescate de un personaje ahora releído, Medea pasa a representar ese poder de una maternidad que, además de cuestionarla, es capaz de aniquilarla. Claramente, no se trata de algo fuera del espanto de un crimen de tal proporción, sino de leer la Antigüedad con las demandas y adaptaciones del presente. Por supuesto, Medea jamás cantaría a Glauce una canción que no deja de ser graciosa, como la de Shakira, pues su personaje es trágico. Sin embargo, Shakira hace lo que el tiempo le permite a partir de lo que se comprende como “venganza perfecta”. Lejos de su tierra natal, esas extranjeras se complementan al exponer la fuerza bárbara de sus retóricas. A su modo, Medea grita una condición que, con otras palabras, Shakira alcanza en los trending topics del Twitter y con la reproducción incesante de su canción. Pa’ tipos traicioneros, no queda otra que el consejo: “te mortifique / Mastique’ y trague’ / trague’ y mastique”. Y, como respuesta a todo lo que pueda suceder a una “tipa” foránea, ellas se arriesgan y juegan con lo que tienen y lo que no tienen a perder, después de narrar, justamente, la pérdida. Hecha la revancha, salen fenomenal: una alada, otra alabada.

Ojalá Piqué no haya leído a Eurípides… tampoco Shakira. En algún lugar, Medea los mira y, posiblemente, se muere de risa.

[i] Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/03/12/planeta_futuro/1520869799_047698.html. Acceso: 22/01/2023

[ii] Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/03/140328_shakira_polemica_cancion_catalan_lav. Acceso: 22/01/2023

[iii] http://www.periodicos.letras.ufmg.br/index.php/nuntius_antiquus/article/view/13612/1125611605.

Acceso: 22/01/2023

[iv] Fuente: https://elpais.com/economia/2022-07-27/shakira-rechaza-el-acuerdo-con-la-fiscalia-y-se-dispone-a-ir-a-juicio-por-fraude-fiscal.html. Acceso: 22/01/2023

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Maria Fernanda Gárbero

Maria Fernanda Gárbero é mineira, escritora, tradutora e professora de Teoria da Literatura. Há mais de duas décadas, dedica-se às pesquisas sobre maternidade, silenciamento da mulher e estratégias de resistência pelas artes. É autora do livro Madres: à memória do sangue, o legado ao revés (NEA, 2021), Antígona Bel (Telha, 2022) e de diversos artigos sobre tradução teatral e recepção de personagens trágicas na literatura, no cinema e no teatro. Traduziu para o português a Trilogia trágica (Kallaikia, 2019), de Mariana Percovich, e A fronteira (UFPR, 2021), de David Cureses, entre outros textos do espanhol, italiano, catalão e galego. Ao lado do ator e diretor teatral Guarnier, dirige a Cia. de Teatro Skené, na UFRRJ, campus Baixada Fluminense.

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