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No me tomes a mal, pero me encanta otro carnaval

 

Llegó febrero, se encienden las luces, los barrios se ponen en fiesta con sus banderitas de colores, la gente festeja. Llegó el carnaval de Uruguay, el más largo del mundo, según el Guinness Book. Son 40 días, en los cuales los orientales (como suelen nombrarse a sí mismos los uruguayos) comparten pasiones, posiciones políticas y una identidad carnavalesca histórica de hace más de cien años. En estos días, la gente va a los tablados – una especie de teatro a cielo abierto, más parecido a los anfiteatro griegos – para ver sus modalidades predilectas: “Parodistas” (espectáculos humorísticos que hacen, como el propio nombre indica, parodias de otros grupos carnavalescos, siempre mezclados a los temas políticos de la actualidad); “Revistas” (también de base crítica, pero más coreografiada y con bailarines); “Humoristas” (como los parodistas, pero con mayor destaque para el humor); “Sociedad de Negros y Lubolos” (en los cuales la herencia africana se hace presente en los espectáculos de candombe, tras la musicalidad de instrumentos de percusión) y las “Murgas” (originadas en España y con un contorno nacional uruguayo que las ha transformado en una de las más expresivas modalidades del carnaval, mezclando música, humor, cierta melancolía y una fuerte inclinación a los valores políticos de la izquierda). Y es sobre estas últimas que pretendo hablar, haciendo una comparación con las comedias griegas de Aristófanes y siguiendo lo que les propuse desde que volví a esta columna: la relación entre la contemporaneidad y los clásicos.

En 2012, estuve por primera vez en Uruguay y me impactó estar en este hermoso país en pleno febrero. Ya en mi primer día, el gerente del hostal, donde me había instalado para los 4 días de aquel viaje, me aconsejó ir a los tablados, para ver los conjuntos de carnaval. Sinceramente, para una persona que nació en un miércoles de cenizas a las cinco de la tarde, este momento del año puede tener dos significados completamente opuestos: o le gusta, o lo odia. A mí, me cabe el segundo sentimiento. Sin embargo, acepté la sugestión del gerente, más como una curiosidad, y fui sola a ver lo que él me había dicho. Para mi sorpresa, no había más entradas porque aquel día se presentaba una tal murga llamada Agarrate Catalina, que por lo pude inferir se trataba de un conjunto muy conocido y prestigioso para ellos, mientras que a mí no me decía absolutamente nada. Con la cara de un niño que tiene sus dulces robados, pedí que me dejaran entrar, aclarando tratarse de una brasileña desubicada, pero con muchas ganas de saber lo que podría significar toda aquella gente junta, como hinchas en la cancha de futbol, a la espera de su equipo favorito. Entré y, como no había entradas, no me cobraron ni un peso.

Lo que sucedió después de eso fue un enamoramiento. Aquella noche en el club Defensor, se presentaban cuatro murgas, pero lo que sentí al ver subir al escenario el conjunto Agarrate Catalina, que cerraba la noche, fue algo inédito. No es que no me hubiesen gustado las otras tres, al contrario; todas ya me parecían muy lindas, con sus ropas de colores, su canto coral de protesta y sus chistes ácidos sobre la política local – que en su mayoría eran incomprensibles para mí – sin dudas era algo muy novedoso para quién había pasado treinta años con ganas de dormir cuatro días interruptos, mientras todos a mi alrededor se llenaban de disfraces y purpurina. Para que no les asuste este dato malhumorado, algunas veces me puse a ver por la tele las escuelas de samba, con cierta simpatía por la Mocidade Independente de Padre Miguel, que en aquellos años consecutivos de los 90 exhibía en la Sapucaí todo el poderío de la contravención de su presidente Castor de Andrade.

Pero volvamos a la pasión…

«La Comunidad», 2012

El espectáculo presentado en 2012 por Agarrate Catalina se llamaba “La comunidad”, y, como suele suceder con todos los conjuntos, aquellos 45 minutos se dividían en partes que, alegóricamente, costuraban el tema con parodias a canciones conocidas y con críticas a lo que les parecía relevante llevar hasta el público.  De manera simple y general, estos espectáculos se dividen en cuatro etapas más marcadas: Presentación; Popurrí; Cuplé y Retirada, en los cuales, gradualmente, los conjuntos van armando su hilo narrativo, con coros de entre 13 y 17 participantes que, como el coro griego, canta y baila, participando en los chistes; un director musical, que conduce estas voces, y dos integrantes responsables por tejer los diálogos que anticipan las canciones, dando el tono cómico de las escenas. La comunidad imaginaria propuesta por la Catalina era una mezcla de ironía y acidez sobre los acontecimientos de la “vida real” de los uruguayos, jugando con la idea de que solamente la creación de una comunidad de hippies sería capaz de aislarlos de las malas conductas que el capitalismo nos impone. No obstante, lo que generaba la risa era justamente la imposibilidad de poner en práctica esa comunidad que, pese a la ilusión, también ya es parte de ese sistema que no nos permite vivir de otra manera. En este momento, la risa daba espacio a una mirada melancólica que suele ser cantada por una de las voces destacadas del coro, como una especie de Corifeo clásico que sirve de voz a los demás y expresa cierta temperatura social, exponiendo los pensamientos de lo que podríamos llamar de “gente común”. Lo que sigue tras la canción final es la “Retirada”, preparando para el momento apoteótico de las murgas: la “Bajada”, que es cuando los integrantes bajan del escenario y cantan junto al público.

 

Los hermanos Cardozo (Martín, Yamandú y Tabaré) con Pepe Mujica

Por supuesto, la Catalina no es la única ni tampoco la más importante de la historia murguera uruguaya. Además, hablar de “la más importante” es algo bastante injusto, dado que la murga hace parte de la cultura carnavalesca desde hace más de cien años en Uruguay, con la llegada de un grupo de inmigrantes que formaron una agrupación musical denominada “La Gaditana” (lo que definitivamente confirma la influencia de las murgas de Cádiz, en Andalucía, como sustrato de lo que hoy podemos ver y oír en el espectacular y único carnaval uruguayo). A diferencia de murgas históricas, como Don Timoteo, La Gran Muñeca, La Reina de la Teja, La Gran 7, Falta y Resto, entre otras, Agarrate Catalina proviene de lo que, con el tiempo, se llamó Murga Joven, o sea, conjuntos que, antes de acceder a la categoría principal, pasan por los concursos destinados a estos nuevos murguistas. En 2003, hacen su debut junto a los conjuntos más expresivos y logran su primer premio en 2005, seguido por las demás victorias en 2006, 2008, 2011 y 2020. Seguramente, la cantidad de premios obtenidos en ese corto espacio de tiempo hizo que la Catalina cruzase la frontera uruguaya, logrando reconocimiento en los cinco continentes, con sus giras mundiales, hasta llevar el apodo de “la murga de Pepe Mujica”, a causa de la relación amistosa que el expresidente uruguayo tiene con sus integrantes, sobre todo con los hermanos Cardozo (Tabaré, Yamandú y Martín), fundadores de dicha murga.

Gira Mundial, 2014

Por todo lo que dije hasta ahora, no queda la más mínima duda que la Catalina tiene una hincha en Brasil. Conozco, sin modestia, todos sus espectáculos, me sé de memoria el nombre de todos sus integrantes fijos e incluso pensé que sería posible hacer un proyecto de traducción del espectáculo de 2006, titulado “El fin del mundo”. Idea que rápidamente abandoné porque me pareció imposible traducir el contexto político uruguayo, sin proponer un texto extremadamente aburrido, lleno de citas y explicaciones.

Sin embargo, como investigadora de los estudios clásicos de la Antigüedad, hoy reconozco que lo que me hizo enamorarme desde el primer momento fue la proximidad que estas presentaciones tienen con las comedias griegas. Los cuarenta días del carnaval uruguayo tienen muchas más cosas compartidas con las Grandes Dionisíacas – las fiestas cívico-religiosas que se hacían en Grecia en la llegada de la primavera, con duración de siete días – de lo que podemos suponer. Afuera el carácter religioso, dado que nuestro vecino es un país que prima por su laicidad, la defensa y la discusión de la democracia son temas presentes en todas las murgas, como también en los espectáculos de parodistas y humoristas. Mientras que en la Antigüedad Clásica teníamos el último día (después de los tres destinados a las tragedias y otros a los cultos y celebraciones cívicas) destinado a la presentación de cinco comedias, de las cuales solo nos queda de este siglo V a. C. esplendoroso ateniense aproximadamente once de Aristófanes, en Uruguay, el carnaval aunque sea más largo, no deja de ser una fiesta cívica, donde la crítica hacia las figuras políticas y sus hechos discutibles nos hace recordar las contundentes críticas de Aristófanes a los dioses, a los políticos atenienses y sus hechos reprochables. Como el coro de la murga, el coro de la comedia representa cierto termómetro del sentido común, que oscila entre los diálogos de los personajes y las situaciones políticas discutidas en el escenario. Como en la comedia, la personificación hace parte del enredo, es decir: conceptos como “democracia”, “justicia” y “corrupción” se transforman en personajes con nombres y características que permiten la identificación del público con el tema en debate. Es este reconocimiento de un contexto compartido lo que provoca la risa, el escarnio, la broma por veces dura y agresiva para los que no hacen parte de aquella realidad política.

La tradición de disminuir al oponente, subrayando sus imperfecciones como caricaturas, está en la arqueología de lo cómico y del escarnio que años después de aquellas Grandes Dionisiacas vamos a ver en las cantigas medievales y hasta hoy siguen presentes para la conformación de la risa. Tanto en las murgas como en las cantigas, las comedias u otras modalidades del género cómico, lo que nos hace reír es aquel o aquella mácula que sobresale de la figura dispuesta en el escarnio. Aunque compartamos o no tal mácula, hay que señalar que la “del otro” es peor y más grotesca, y es por esto que a nosotros nos causa gracia, como nos dice Henri Bergson, en su libro La Risa, de 1900.

Por más que en la retirada de la murga veamos cierta melancolía, el mantenimiento de los chistes en más de ochenta por ciento del espectáculo sostiene la propuesta cómica. Quizás, el momento donde la risa da lugar a dicha sensación sea más por saber que el adiós al carnaval es inevitable. Hasta el próximo febrero, hasta que las próximas luces vuelvan a encenderse, al final, queda aquel sentimiento nostálgico y entrañable que nos canta la Catalina “si he de morir que me muera de tanto vivir, con la furia de la tempestad, incendiando mi alma al partir, si he de partir, que me parta la vida un amor, y transforme mis huesos en flor, en algún carnaval”.

¡Salú, Carnaval!

 

 

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Maria Fernanda Gárbero

Maria Fernanda Gárbero é mineira, escritora, tradutora e professora de Teoria da Literatura. Há mais de duas décadas, dedica-se às pesquisas sobre maternidade, silenciamento da mulher e estratégias de resistência pelas artes. É autora do livro Madres: à memória do sangue, o legado ao revés (NEA, 2021), Antígona Bel (Telha, 2022) e de diversos artigos sobre tradução teatral e recepção de personagens trágicas na literatura, no cinema e no teatro. Traduziu para o português a Trilogia trágica (Kallaikia, 2019), de Mariana Percovich, e A fronteira (UFPR, 2021), de David Cureses, entre outros textos do espanhol, italiano, catalão e galego. Ao lado do ator e diretor teatral Guarnier, dirige a Cia. de Teatro Skené, na UFRRJ, campus Baixada Fluminense.

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