¿Aprender un idioma es un proyecto de vida personal, social o profesional?
“¿Por qué quieres aprender español?” Por más básica que parezca la pregunta, no todos los cursos de español empiezan por ella.
En un contexto de enseñanza reglada ni se le ocurre al profesor hacer tal pregunta a sus alumnos. No les dieron la opción de estudiarla o no que, por un lado, nos favorece como educadores, pero, por otro, nos impone la necesidad de convencer a los estudiantes de su importancia y belleza más allá de los objetivos inmediatos de aprobación en exámenes de ingreso a la facultad o viajes.
Pero si es que es necesario encontrar un motivo para aprender una nueva lengua y abrir la mente, es igualmente necesario abordar una temática implícita en ello: la motivación.
El aprendizaje de una lengua debe estar pautado por objetivos más allá del dominio de la gramática o de la fonética. Su eje debe ser “el por qué” y el “para qué” se aprende, no “qué”.
El dominio de una lengua extranjera suele estar relacionado a una ascensión, sea desde el punto de vista laboral, sea como estatus en la sociedad. En otras palabras, cuadra con la dimensión social y la profesional de un proyecto de vida y a veces, incluso, con ambas. Sin embargo, no siempre se reconoce su importancia para la dimensión personal y la social como parte de la construcción de la identidad, de las formas de ver el mundo y de (inter)actuar en él, de ser y estar en los diversos contextos dentro y fuera del país.
Enseñar un idioma significa abrir un mundo de posibilidades en todas las dimensiones de la vida, es contribuir a la construcción de una identidad, la estima de los alumnos por sí mismos y la concretización de su proyecto de vida, aunque no tengan claro cuál es a determinada edad.
Pese a que la respuesta sea «aprobar la asignatura para poder seguir estudiando», no deja de haber una intención que justifique y motive este aprendizaje.
Reconocer qué mueve a nuestros alumnos a aprender español o cualquier otro idioma es esencial para guiar nuestra labor y ayudarlos a que sigan los caminos que están dibujando para sus vidas.
Que sepamos sus motivos, que los ayudemos a identificarlos, que los alumnos reconozcan el papel de los idiomas y sus culturas en su vida. Más que reglas gramaticales, enseñamos a soñar y construir realidades.