Entre hechos y narrativas
El estudio histórico de las lenguas no es algo nuevo. Se piensa sobre la historia de las lenguas desde, por lo menos, fines del siglo XVIII, siendo el siglo XIX el momento en que la lingüística se funda como ciencia independiente especialmente interesada en aspectos históricos comparativos.
Sobre la constitución del español europeo, es muy consensual que es el resultado de transformaciones por la cuales pasó el latín hablado en la Península Ibérica. Sin embargo, las narrativas sobre cómo el español se constituye son, obviamente, tema de discusión y controversias.
Inés Fernández Ordóñez señala, en un artículo del 2009 sobre Ramón Menéndez Pidal y los orígenes de la dialectología española, que Castilla tuvo un papel central y hegemónico en la narrativa sobre la formación de la lengua española para Menéndez Pidal. Y lo curioso es que ese papel preponderante no se debe a hechos lingüísticos concretos, sino a una perspectiva política en la que Menéndez Pidal se incluía dialogando con los pensadores de la famosa Generación del 98.
Los contactos lingüísticos tampoco tuvieron un papel importante en la narrativa de la Escuela de Filología Hispánica. Tanto es así que Rafael Lapesa y Diego Catalán dicen textualmente que los pueblos germánicos (que invadieron la Península Ibérica a partir del siglo V) ya llegaron romanizados y no ejercieron influjos en la lenguas más allá de nivel léxico. Esa afirmación se ve limitada desde diferentes perspectivas: 1) Como el propio Diego Catalán reconoce, los aspectos gramaticales no aparecen con pujanza en las discusiones históricas sobre el español, lo que nos lleva a suponer que tal afirmación deriva de un desconocimiento gramatical debido a que no había teorías gramaticales en boga; 2) Los modelos lingüísticos en que se desarrollaron las discusiones sobre la formación de la lengua española tenían un carácter «internalista», ya sea por su herencia neogramática o esctruturalista, de modo que sólo muy recientemente (después de los años 1980) se incluye en las discusiones sobre la formación de las lenguas el papel de los contactos lingüísticos y cómo procesos como adquisición de L2, bilingüismo etc. pueden condicionar los cambios lingüísticos (los interesados pueden consultar el libro de presentación «Lenguas en Contacto» de Javier Medina López, 1997).
Donald Tuten, en un libro del 2003 sobre el español medieval, trae la perspectiva de la sociolingüística histórica, que propone entender y explicar de qué manera los contextos sociohistóricos se relacionan con los hechos lingüísticos, buscando resolver los problemas de la transmisión y la implementación de Weireich, Labov y Herzog (1968): por qué determinados cambios estructurales ocurren en una determinada lengua en un momento dado pero no en otras con los mismos rasgos estructurales en el mismo momento. Obviamente, la respuesta no puede estar en la estructura lingüística. Tuten muestra que el español medieval no era una lengua homogénea ni pura, pero, al revés, fue el resultado del rico contacto lingüístico que se dio en la Península durante todo el período de la reconquista.
Maria Clara Paixão de Sousa, en su texto «Linguística Histórica», señala que, en las investigaciones históricas, no se trabaja en el plano de los acontecimientos, sino en el de las narrativas. Por ejemplo, lo que sabemos hoy sobre lo que pasó cuando los europeos llegaron a América es el resultado de muchos registros y documentos. Nadie estaba cuando Colón o Cabral llegaron. Todo ello implica que tenemos que filtrar las diferentes perspectivas y visiones de mundo (para no decir políticas) en los documentos que analizamos y las narrativas que leemos.
La historiografía se está revisando y buscando otras perspectivas distintas a la mirada eurocéntrica. Mucho se ha hecho. Sin embargo, queda mucho por y para hacer. La historia de las lenguas también se merece revisión. Y hoy, que contamos con teorías lingüísticas poderosas, tanto sobre la estructura lingüística como sobre las dinámicas sociales del lenguaje, se hace necesario que se abandone una visión ingenua y eurocéntrica de lo que pasó en la constitución de las lenguas europeas, ya sea en Europa o en su difusión imperialista por el mundo.