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Cuando de lectura se trata, ¿por dónde empezamos?

Como siempre estoy hablando de literatura, es común que me pregunten qué me gusta leer, qué estoy leyendo en el momento y qué libros/escritores(as) recomiendo, así que en el post de este mes intentaré contestar esas preguntas.

Sobre gustos no hay nada escrito, dice el refrán. Yo trato de leer de todo, desde lo clásico hasta lo más actual, desde las obras de más prestigio académico hasta las silenciadas por la academia… Con eso, ya tuve muy (des)agradables sorpresas al descubrir textos magníficos (y otros no tanto). Pero si hablamos de gustos, tengo que decir que me encantan las distopías. En español, la última que leí fue En el futuro vivíamos mejor: Madrid 2054 D.C., de Antonio Martínez Conesa (2016). Tiene todos los elementos típicos de las distopías: excesivo control social y político, pérdida de libertades, personajes que se rebelan contra el sistema. Quizás un poco trillado, pero interesante para ver cómo el género se desarrolla teniendo España como trasfondo[1].

Sobre mis lecturas actuales, estoy tratando de leer cosas distintas, de distintas literaturas de diferentes países. Para ello decidí seguir las indicaciones de lectura de un determinado grupo que promueve la lectura de libros de varios lugares. Por indicación de este grupo, en los últimos meses leí Nada (Carmen Laforet/España), La velocidad de la luz (Javier Cercas/España), Primavera con una esquina rota (Mario Benedetti/Uruguay) y El sueño de los héroes (Adolfo Bioy Casares/Argentina), además de otros libros representantes de las literaturas africanas, norteamericana e indiana.

Por último, sobre qué leer. Me parece una pregunta muy difícil, porque todas las obras literarias que me ocurren recomendar tienen que ver con mis gustos, mis momentos, mis deseos de experiencias estéticas. Lo que sí puedo indicar son posibilidades, caminos de lectura, considerando nuestro papel como estudiantes/profesores de español y también el momento político que vivimos. En tiempos de odio es esencial que nuestros estudios y nuestras prácticas docentes privilegien prácticas antirracistas, anti machistas, anti homofóbicas y que defiendan los derechos humanos. ¿Cómo podemos hacerlo de manera práctica?

Podemos volver nuestra atención a las literaturas que ya existían en América antes de la llegada de los europeos (literatura náhuatl, literatura quechua, etc.).

También podemos leer más literatura escrita por mujeres, siempre con un enfoque interseccional. No es lo mismo el feminismo blanco o hegemónico que el feminismo negro o de la mujer indígena, así como tampoco podemos considerar igual la literatura que dichas mujeres producen. Últimamente leí textos de las autoras Ariana Harwicz, Claudia Piñero, Isabel Allende, Laura Esquivel, Gioconda Belli, Shirley Campbell Barr, Teresa Cárdenas, Rigoberta Menchú, Domitila Barrios de Chungara, Doris Moromisato, entre otras.

La literatura infantil también merece atención. Tenemos que entender que la literatura infantil no tiene que obligatoriamente ser didáctica y que el público infantil merece tener experiencias estéticas como lectores. María Elena Walsh es una autora fundamental en esa temática.

La literatura translingüística de Junot Díaz y Fabián Severo también merecen lectura.

La literatura negra, que algunas veces aparecen en las asignaturas de literatura de las universidades de Brasil representada por Nicolás Guillén, también ganan voz en la obra de Nancy Morejón (Cuba), Gloria Young (Panamá) y Quince Duncan (Costa Rica). Es muy interesante pensar que la primera novela con tintes abolicionista de América Latina (Sab, 1841) la escribe una mujer, Gertrudis Gómez de Avellaneda (cubana-española) y es anterior a La cabaña del Tío Tom (1852), libro que muchos consideran inicial en la temática.

Leer literatura LGBT es fundamental y podemos empezar por Jaime Bayly y Reinaldo Arenas.

La literatura indígena se hace escuchar en las voces de Natalia Toledo (Zapoteca), Lucila Lema (Quechua), Librado Silva Galeana (Nahuatl), entre otros.

Como verán, esas recomendaciones no son definitivas y tampoco siguen algún criterio. Las recupero a partir de mis lecturas personales y con el deseo de sugerir algunos caminos posibles por donde empezar a leer cosas nuevas.

Estoy segura de que cada lector/a de este blog también tiene sus sugerencias y puede ampliar todavía más esa lista. ¿Qué les parece mencionar en los comentarios sus lecturas actuales y/o favoritas?

** Este mes les traigo un cuento genial de Cortázar y de paso les invito a pensar qué sentido tiene el título en el contexto del cuento.

Continuidad de los parques (Julio Cortázar)[2]

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

FIN

[1] Mi objetivo aquí es divulgar la producción literaria en español. No obstante, no puedo dejar de mencionar el libro Não verás país nenhum, de Ignácio de Loyola Brandão (1981), una gran distopía de la Literatura Brasileña y también el movimiento distópico feminista que nos viene brindando grandes ficciones, como, por ejemplo, El cuento de la criada, de Margaret Atwood (1985).

[2] Recuperado de https://ciudadseva.com/texto/continuidad-de-los-parques/

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Raquel Ortega

Profesora de Literaturas Hispánicas del Departamento de Letras y Artes (DLA) y del Programa de Pós-Graduação em Letras: Linguagens e Representações (PPGL) de la Universidade Estadual de Santa Cruz (Ilhéus/BA). Doctora en Letras Neolatinas (Estudios Literarios Neolatinos, opción Literaturas Hispánicas). Actúa en cursos de grado/postgrado y de formación de profesores, coordinando proyectos de enseñanza/investigación de las literaturas hispánicas y revisión del canon de la literatura española. rsortega@uesc.br

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